Aporte: Adilia Angélica Sanabria

Teniendo en cuenta lo definido anteriormente y tomando como base que el conocimiento es un conjunto de información almacenada en proceso experimental o de aprendizaje, es importante ver que estos datos previamente almacenados determinan que tanto puede gustarme algo o no. En el caso de las experiencias estas varían y definitivamente dependiendo de las mismas y la forma en que se perciban pueden determinar que para una persona sean agradables y para otra desagradables. Por ejemplo para una persona puede ser emocionante y placentero lanzarse en paracaídas, el vértigo es una sensación que le genera alegría extrema, probablemente todo comenzó con una serie de juegos de niño en los cuales su padre le lanzaba al aire y le recibía, brindándole adicionalmente seguridad y confianza a las alturas. Para otra persona la sola idea de lanzarse en un paracaídas es aterrador y desagradable, tal vez porque al contrario de nuestro anterior personaje los juegos de lanzarlo al aire eran más una forma de verle asustado y divertirse a costa de sus miedos; por lo tanto la experiencia le trajo inseguridad y miedo a las alturas.

Podremos decir que la relación entre el Gusto y el Conocimiento nace primero de la experiencia misma, no importa si esta es desagradable o agradable, el solo echo de vivírla, determinará mi gusto o no gusto hacia ella, de la misma forma me haré un concepto de la misma el cual termina siendo parte de mi conocimiento y de la forma en que voy a enseñarlo o transmitirlo a otros. Posteriormente estos dos conceptos pueden cambiar de manera negativa a positiva, o al contrario, debido a que por diversas circunstancias o la influencia de otras personas puedo repetir una experiencia en otro escenario, con diferentes motivaciones y elementos que influirán en este cambio, permitiéndome por lo tanto vivir una nueva experiencia alimentada por un nuevo conocimiento y una nueva forma de apreciarlo y adquirirle gusto. Por ejemplo puede que no sea amante del Brocoli y su aroma, por lo tanto cuando me lo preparan sudado me parece desagradable y sabe desagradable. Más adelante alguien me invita a comer Brocoli, pero la preparación es diferente y me lo ofrece apanado, combinado con huevo y sofreido en aceite, permitiéndome degustarlo y por lo tanto disfrutarlo, llevándome a cambiar mi el gusto y el conocimiento que tenía frente al alimento.
Podemos concluir que el Gusto y el Conocimiento se desarrollan a través de las experiencias y el aprendizaje diario, cuya percepción negativa o positiva depende del ambiente donde se desarrolle dicha experiencia siendo el mismo un elemento fundamental para que una persona adquiera un gusto o no por las cosas y así mismo se genere un concepto que se hará parte del conocimiento de la misma.
Aporte: Carmen Peña
Cabría objetar, naturalmente, que incluso en la contemplación estética observamos algo no «por sí mismo», sino por alguna otra razón, por ejemplo, por el placer que nos produce. No seguiríamos prestando atención al objeto percibido si el hacerlo no nos resultase agradable; según esto, ¿no será el goce la finalidad en el caso estético? cabe, en efecto, describirlo así, y acaso la expresión «percibirlo por sí mismo» sea desorientadora. Sin embargo, existe cierta diferencia entre saborear la misma experiencia perceptiva, y simplemente utilizarla por razones de identificación, de clasificación o de acción ulterior, como hacemos de modo habitual en la vida diaria cuando no contemplamos realmente el árbol, sino que sólo lo percibimos con la claridad suficiente para identificarlo como tal y rodearlo si se interpone en nuestro camino. La distinción sigue siendo válida, y sólo el modo de describirla está sujeto a clarificación. La actitud estética se distingue también de la cognoscitiva. Los estudiantes familiarizados con la historia de la arquitectura, son capaces de identificar rápidamente un edificio o unas ruinas, en cuanto a su época de construcción y lugar de emplazamiento, a través de su estilo y de otros aspectos visuales. Contemplan ante todo el edificio para aumentar sus conocimientos, no para enriquecer su experiencia perceptiva. Este tipo de habilidad puede ser importante y útil, pero no guarda necesariamente correlación con la capacidad de disfrutar la experiencia misma de la contemplación del edificio. La capacidad analítica puede eventualmente incrementar la experiencia estética, pero también puede ahogarla. Quienes se interesan por el arte en razón de algún objetivo profesional o técnico, están particularmente expuestos a distanciarse de la forma de contemplación estética propia del que se mueve por intereses cognoscitivos
La relación existe, en la mesura que el gusto logra concebir algún tipo de conocimiento, al igual que el conocimiento puede sobrellevar al gusto. Todo estribará de los sucesos y del fin que se apremie con respecto al objeto del gusto.
El gusto expresa sentimientos, más no conocimientos conceptuales; hay que dejar claro que una cosa es el conocimiento conceptual de una casa y otra la apreciación, evaluación de su belleza.
Mi sentimiento de placer es emanado por las cualidades del objeto, es decir la objetividad es bella porque me agrada o me gusta. La cualidad de la belleza del objeto se da porque me causa un sentimiento de placer; es decir, la Subjetividad.
El gusto involucra que el objeto vociferado llamado bello causa complacencia sin referencia al deseo, a la facultad gustosa es decir, gusta por sí mismo.
El gusto involucra que el objeto vociferado llamado bello causa complacencia sin referencia al deseo, a la facultad gustosa es decir, gusta por sí mismo.
Lo bello perderá la exclusividad del goce estético con la aparición de otro concepto desarrollado por Edmund Burke: lo sublime. Según este autor la belleza es un amor sin deseo y lo sublime implica cierto grado de temor, dolor por aquello que se contempla. Si la belleza es susceptible de producir amor, lo sublime tiene la capacidad de crearnos inquietud y temor. Ambos son goces estéticos. Este concepto de lo sublime fue retomado por Kant y reelaborado como aquel sentimiento que surge cuando nos enfrentamos a algo sumamente vasto y abrumador que nos sobrepasa y que, sin embargo, acrecienta y pone de manifiesto la dignidad y nobleza del hombre, pese a sus límites racionales.
En la crítica kantiana del juicio, el juicio del gusto es subjetivo pero universalizable por mostrar la relación que se produce entre la representación y una satisfacción especial que se caracteriza por el desinterés. El sentimiento estético ha de ser desinteresado y ajeno a los fines. Lo bello es "una finalidad sin fin" o una "intencionalidad sin intención".